Quizá sea la pregunta del millón y quizá sorprenda el título de este artículo, pero es una pregunta que casi todos los aficionados se han hecho alguna vez en la vida, y creemos que es un buen momento para explicarlo.

Evolución de las bicicletas

El encarecimiento de cualquier producto depende sobre todo de la tecnología empleada en su desarrollo, y en el caso de las bicis no hace falta mirar demasiado lejos para ver cómo han evolucionado. En los últimos años hemos pasado por varios tipos de ruedas, y, en consecuencia, las marcas han tenido que rediseñar todas las piezas, se han prolongado las horquillas, se han dimensionado las llantas, se han acortado las pipas de dirección y las potencias, se ha alargado la distancia entre ejes, en fin, que no ha quedado títere con cabeza de las antiguas bicicletas de 26 pulgadas.

Precio de bicicletas de montaña Precio de bicicletas de carretera

Para equipararlas en rigidez con las 26”, se han tdesarrollado nuevos estándares de ejes pasantes, ancho de ejes y de pedalier, longitud, separación y diámetro de las barras de las horquillas, y un largo etcétera que no ha menester continuar.

Baste saber que los cambios han supuesto una remodelación total de cualquier parámetro del cuadro y de sus consiguientes cálculos. Esto ha supuesto para las marcas un esfuerzo enorme, viéndose obligados a cambiar desde las líneas de producción hasta sus prioridades. El resultado ha sido una serie de mejoras de las que hoy podemos disfrutar, y que se traducen en una mayor rigidez, estabilidad, seguridad y manejo, hasta el punto de, —ingenuos de nosotros— hacernos creer que «montamos mejor que antes». Es un espejismo, producto de las incontables mejoras tecnológicas que se han implementado estos últimos años.

Equipos de ingenieros trabajando para ello

En la actualidad, la ingeniería que hay detrás de las ruedas, horquillas, grupos, frenos, tijas, y sobre todo cuadros, nos permiten hacer el burro como nunca antes habíamos soñado. ¿Ahora qué podemos hacer y que antes era mucho más complicado?

  1. Saltos considerables sin que se descuajeringue la bici
  2. Vamos mucho más rápido por zonas técnicas con abundancia de piedras sueltas.
  3. Bajamos trialeras a las que antes no nos acercábamos
  4. Nos confiamos a ese conjunto de piezas de aluminio y carbono, que son los frenos, capaces de hacernos detener la bici en unos metros con la misma seguridad que otros vehículos del doble de ruedas.

Ahora ya no importa que llueva, que haya barro, hasta que nieve, —el pasado 20 de enero nos reunimos en Valdemanco una serie de «colgados» para participar en una prueba después de haber estado nevando toda la noche anterior, y las bicis aguantaron como si hubiesen estado paseando por un carril bici del cálido mediterráneo —. Si a alguien le dicen que esto fuera posible hace unos años, se hubiese echado a reír, y, sin embargo, acabamos sin problemas de mención: los cambios funcionaban, los frenos frenaban y las ruedas giraban como si tal cosa. Eso es tecnología.

Sencillez Vs Complejidad

Ahora bien, si comparamos lo que costaba una bici de hace veinte años, y lo que se podía hacer con ella, y lo trasladamos hasta el presente, observamos que la bici cara de entonces es una bici muy básica de ahora, con la que se empieza, y que el precio de ahora es inferior; y si nos vamos a modelos de mayor calidad, ya no merece la pena ni establecer comparaciones, porque ahora se puede pedalear con una bici de rally con la misma seguridad que antes lo hacíamos con una de descenso, y con una notable salvedad: hoy, esa bici pesa la mitad, y somos capaces de hacer el triple de kilómetros con el mismo esfuerzo.

Su peso, cada vez más livianas

El factor del peso en una bici es determinante, es de poder a no poder, así de claro. Hoy hay bicis de enduro de 12,5 kg con las que puedes hacer rutas largas, —en mi caso la Matanza la hice con una de estas bicis y disfruté como un niño—; hoy puedes saltar o volar por encima de unos pedregales que da miedo verlos, gracias a la innovación que hay detrás de los cuadros, y a unos materiales muy caros; y el encarecimiento de estos materiales se debe a tres factores:

  • al coste de su desarrollo de ingeniería
  • a lo carísimos que son los materiales que aúnan ligereza y resistencia
  • a las horas que lleva manufacturar un cuadro de carbono, —alrededor de 8 horas son necesarias para su elaboración—.

Todos estos factores hacen que las bicis sean caras, ¿o baratas?

Esto sin entrar a valorar que antes las bicis de montaña ni siquiera llevaban frenos de disco, y que las horquillas eran dos barras del grosor de un canelón con unas gomas dentro que amortiguaban lo justo.

Cualquiera que lo desee y se pueda permitir pagarlo, puede llevar la bici campeona del mundo, la encuentra en una tienda, pues entre la bici oficial y la de serie no existen diferencias. ¿En que otro deporte de similares características se puede decir lo mismo? ¿Cuánto nos costaría comprar la moto que ganó el Paris Dakar o el coche que ganó el campeonato del mundo de rally? ¿Qué sobreprecio habríamos de pagar? Y, sobre todo, en qué se parecen, porque en el caso de la moto hay muchas semejanzas, pero a los coches ni se les reconoce.

Ahora me puedo permitir otro tipo de rutas

A veces pienso en las rutas que hacía antes, siendo más joven, estando más fuerte y con unos reflejos mucho mejores, y entonces, una sonrisa acude a reforzar ese sentimiento de gratitud que siento hacia un deporte o una actividad —cada cual que lo califique como desee— que no deja de darme satisfacciones.

Hace diez años, mis rutas eran más cortas y no me atrevía a ir por algunos sitios por los que ahora paso sin problemas; hace veinte, llegaba con los brazos reventados y los riñones al jerez cuando hacía una ruta con menos desnivel que las que hago ahora cualquier fin de semana; y hace treinta, no era capaz de ir en moto por donde ahora voy en bici. Algo ha debido pasar entretanto.

Si valoramos este conjunto de factores que ahora nos permiten disfrutar como lo hacemos, es justo afirmar que las bicis ahora no son caras, nada caras.